Voy a ser artista.
No, no, no se rían. Estoy hablando en serio, totalmente en serio.
Visto lo visto, comprobado y afirmado que ahora, en estos tiempos que corren, cualquiera puede ser artista (si gustan, lo ponemos entre comillas), hasta alguien como yo tendría éxito.
Lo único que me falta es decidir en qué campo artístico disponible podría inicializarme. Tengo todo lo demás, un morro que me lo piso y hasta un nombre artístico: La prejuicios.
Ya sé que no suena tan trasgresor y llamativo como Papá Levante, Bebe (o come) o Las Chuches, pero con unas letras tamaño gigante cubiertas de luces rojas estilo puticlub de carretera, es posible que llame la atención.
Y si no, me lío con Jesulín.
Seré famosa por, como mi mismo nombre indica, mis prejuicios. Por reírme sin compasión de Murfila (o Mürfila o múrfila o como coño se llame), Bebe y toda esa clase de basura ·irreciclable que, pobrecitos, verán su nombre manchado con el horrible color de mis vómitos.
Seguro que al final hasta me lo acaban agradeciendo, con lo que les gusta el morbo a los programas de televisión...
Ay, perdón, que ellas son progres y modelnas y esas cosas las critican en las canciones porque es lo que les interesa a los jóvenes ahora (igual que lo de no practicar sexo... ejem...). Ya decía yo que era tan difícil de entender eso de Lobo, lobo, lobo, malo, malo, que te va a come enterita mi amor. Señores, de verdad, esta letra es más profunda de lo que parece... (si le encuentran el trasfondo que denote solo un poco de brillantez inteligente, por ahí abajo está mi mail, cuéntenme).
Mejor sigo con mi historia como artista...
Seré juzgada y prejuzgada y, bueno, conseguiré mi propósito.
Todo el mundo hablará de mi. Los que, como yo, son crueles personas y no tienen corazón me seguirán allá donde vaya (es decir, a ninguna parte) y aquellos que son tan buenas personas y jamás de los jamases criticaran a esas pobres artistas explotadas (que se dejan explotar) romperán la promesa de no juzgar a nadie y me abuchearán nada más salir de la puerta de mi casa.
Mmmm, qué maravilla, creo que ya oigo las cacerolas resonar...
Les informo, queridos no lectores, que el hecho de criticarme cuando critico (bonito juego de palabras), aunque mis críticas sean en clave de humor y sin ninguna pretensión (ni siquiera la de escribir dos frases en rockdeluxe) y el colocarme en la frente la pegatina: Danger: Chica con prejuicios en color amarillo chillón es tener prejuicios contra mi, o lo que es peor, juzgarme sin el menor pudor y con todo el descaro del mundo.
Pero no importa, hay muchas medidas posibles que tomar. Puedo disfrutar de mi éxito como La prejuicios, quejarme de las quejas que me lleguen o rememorar y exhibir públicamente aquel absurdo refrán que nos enseñaron los entrañables Zipi y Zape antes de ser flagelados (aún más) con aquella película de las del tipo Mariano Ozores que decía aquello de En boca cerrada no entran moscas.
No sé, quizá las moscas tengan sabor dulzón...